Mompox. En las manos de Elisa Trespalacios Peñas está la herencia invaluable de los pescaditos de oro del coronel Aureliano Buendía.

Por las venas de Elisa Trespalacios Peñas corre oro.

Su papá, un Rey Midas que nació hace más de un siglo en Mompox, ha dejado en sus manos las llaves de una herencia famosa, real y mágica: los pescaditos de oro del coronel Aureliano Buendía.

La septuagenaria Elisa es la única guardiana de una tradición asociada a las entrañas de Mompox: la orfebrería.

Ella, de sonrisa impecable y fina y ojos chicos y oscuros, es la hija mayor de don Luis Guillermo Trespalacios o Guillo, tal vez el orfebre más célebre de “la Tierra de Dios”. Él, que murió hace más de quince años, pasó ochenta años mirando y moldeando el oro, despojado de toda avaricia y lleno de respeto.

El Maestro Guillo heredó el talento y la paciencia de su padre Tiberio. Tiberio, a su vez, aprendió la orfebrería de su padre...cuestión de sangre, toda una dinastía de “Midas”.

Así que el taller de la Albarrada San Miguel, que está frente al imponente Río Magdalena y que ahora comanda Elisa existe hace más de cien años...cuatro generaciones doradas.

“En la década de los cuarenta, mi padre Guillo tenía dieciocho trabajadores. Era un joyero famoso, muy solicitado en el país y afuera. Sus joyas ganaron premios en Nueva York, incluso”, interviene Elisa. Estamos sentadas en la sala de esta casona vieja, grande y amarilla, de ventanas grandes y portones. Y de loros. Y de Simona, la gata de cola gris que coquetea con mis pies.

La misma sala comprueba las palabras de Elisa: hay cinco menciones de honor a nombre de Guillermo Trespalacios, cinco de él en su oficio, y seis revistas con artículos sobre su talento guardadas en dos vitrinas, una está enmarcada. Es como un altar o, mejor, un museo.

Una tos discreta invade la voz de Elisa, ella se disculpa y se levanta. Va a buscar joyas para mostrarme un poco más de Guillo y su creatividad. Regresa con un cofre plateado lleno de abejas, mariposas, moscas, florecillas...la belleza más delicada que estos ojos han visto jamás.

-¿Y usted cuándo empezó? -pregunto-.

-No tengo tanto tiempo como parece, quince años -dice mientras guarda de nuevo las joyas-.

Tradicionalmente, la joyería ha sido labor “para machos”, pero don Guillo no engendró varones. De su matrimonio con Aura Peñas Bonilla nacieron Elisa, Flor María y Aurita.

“A mi papá le daba miedo que nosotras entráramos al taller. 'No entres. Aquí hay mucho hombre, mucha palabra gruesa', decía” -añade-. Muy a pesar de ese temor absurdo, y aunque Elisa trabajaba en Telecom, en sus ratos libres se sentaba al lado de Guillo solo para verlo crear. Para ver nacer los pescaditos de oro, famosos incluso antes que Gabriel García Márquez los nombrara en su obra insignia: Cien años de soledad (1967).

“A veces, como me veía a su lado, me decía: 'aprenda mija, aprenda'. Yo siempre le dije que yo no servía para esto...él decía que sí, porque soy paciente y dibujo bien”. Y sí sirvió. Elisa se casó, tuvo cuatro hijos -ninguno fabrica pescados de oro- y solo entonces Guillo la dejó entrar al taller, ahora para dirigirlo.

Ella sabe de filigrana, pero su pasión son los “animalitos acuáticos”.

-Yo necesitaba ayudarlo y él salvar a sus pescados, porque sabía que se iban a morir si no me enseñaba. Nadie más sabía hacerlos.

Sí. Los pescados de oro son una especie en vía de extinción en Mompox. Primero -explica Elisa-, ella es la única de las hijas de Guillermo que aprendió el arte y nadie más en la familia los fabrica. Segundo, la plata aplasta al oro en precios y el oro está escaso.

Mientras un gramo de plata trabajado vale diez mil pesos, uno del metal dorado, sin trabajar, cuesta al menos ochenta mil pesos y trabajado 150 mil. Un pez de los Trespalacios requiere por lo menos cuatro gramos de oro, Elisa se tarda ocho días en fabricarlo y termina costando unos 400 mil pesos.

Antes el dorado lo traían desde la Serranía de San Lucas, ahora los distribuidores momposinos deben buscarlo en las compraventas. Además, por tanto hampón suelto, no cualquiera se atreve a lucir una prenda de 18 quilates en la calle...no sin antes persignarse.

“Somos de los pocos, si no los únicos, que trabajan el oro aquí. Ayer, precisamente hablaba de eso con mi esposo...tendremos que vender las herramientas de mi papá -él mismo las fabricó-. Pero prefiero entregarlas al Banco de la República. Valen mucho para mí”, señala.

Cada troquel tiene un poco de Guillo, de su sonrisa, de su genialidad. Y él tenía otro don: el baile. “Bailamos hasta su último día”, sostiene Elisa.

Hay realismo mágico en la historia de los Trespalacios. Sepa usted que Mercedes Barcha, la esposa de Gabo, estudió en el Colegio Sagrado Corazón de Mompox y la mamá de Elisa era su acudiente. Así que Mercedes iba los domingos, cada quince días a la casona amarilla para descansar de las monjas franciscanas. “Gabo nunca vino aquí, no lo conocí como novio de Mercedes, ellos se ennoviaron después”, recuerda la orfebre.

Otra historia fantástica: Mercedes tenía una buena amiga, Amparo Uricoechea, amiga también de Elisa.

“Él -Gabo- estuvo enamorado de una niña Uricoechea, hija del doctor Uricoechea, un bogotano. (…) Amparo. Estaba enamorado de ella pero el doctor Uricoechea era clasista y no quiso aceptar a Gabito porque Gabito vestía pobre. Él era un hombre pobre. Además, no le gustaba vestirse bien. Entonces Amparo se fue para Bogotá. Se metió a una escuela de enfermería y, como toda enfermera, se casó con el médico. (…) Mercedes era amiga de Amparo. Claro que ella no se lo quitó a Amparo. El doctor Uricoechea apartó a Gabito”, fragmento de Soledad y compañía: Un retrato compartido de Gabriel García Márquez (2004), de Silvana Paternostro.

¿Será que el destino convirtió al mundo en un pañuelo?

Epílogo

Tal vez el recuerdo más feliz de la niñez de Elisa se remonta al día que fue reina. Tenía doce años y Guillo fabricó de un perol viejo, una corona de ensueño para un reinado en el colegio de su muchachita. La coronó sin saber que sesenta y dos años después, ella se convertiría en su heredera. Es la heredera del Rey Midas y sus peces de oro.

Datos

77 años tiene Elisa Trespalacios. Hace quince se dedica a fabricar pescaditos de oro.

96 años tenía Guillermo Trespalacios cuando murió. Comenzó en la orfebrería a los 15, su papá le enseñó. Guillo fue, además, alcalde y concejal de Mompox.

 

 

 

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